Llego tarde a esta fiesta, pero recientemente he descubierto Lodge 49, una serie magnífica de AMC que sobrevivió dos temporadas (2018-2019) antes de ser cancelada por falta de audiencia. Aún no he llegado al final de la segunda temporada, pero estoy casi seguro de que no estaba previsto su cancelación así que supongo que dejarán el argumento abierto… y me da lo mismo.

La historia, realmente, no es importante. Y no es que no le presten atención, ni mucho menos, hay tramas y misterios de sobra… como si tiraras de media docena de hilos desenredando otras tantas historias entrelazadas. Especialmente en la segunda temporada, donde supongo que los productores quisieron dejar claro al público cuál es la trama ‘principal’ para no confundirles. Tampoco el desarrollo de los personajes es lo más importante, aunque lo hagan colosalmente: no sólo evolucionan con coherencia, sino que también involucionan de la misma manera. Te da tiempo a entenderlos, ver cómo tratan de avanzar a ciegas en un universo sin sentido y hostilmente banal, encuentran una nueva identidad, que pronto deconstruyen hasta regresar al punto de inicio… pero un pasito más cerca de la Verdad.
Lo que realmente importa, lo que se te quedará, son los personajes. Por sí mismos, sin importar (aunque importe) sus historias. Un ex-surfero de clase obrera y la cabeza en las nubes, que sueña con el mismo futuro que empeña con intereses de usura. Una camarera/ejecutiva adicta a la amargura de las cargas que ha heredado. Ambos, hermanos gemelos, lideran sus respectivos universos, plagados de personajes memorables y creíbles al mismo tiempo… ‘misfits’ con hipotecas, una comunidad de calcetines desparejados.

Si esto no te lo ha vendido, añadiré que todo gira en torno a una logia ‘secreta’ de alquimistas alcohólicos que siguen a un brujo delirante en sus últimos estertores psicodélicos mientras tratan de comprender y enmendar sus propias naturalezas. De paso, se m*an la «America Corporativa».
Una maravilla en 20 capítulos… que seguro que merecía al menos otros tantos.