
Parecería que ya estaban pasados. Con cada disco parece que iban perdiendo racimos de ‘cool-kids’ como capas de cebolla, quedándose desnudos en una esquina del salón indie, sonriéndose y despidiéndose con la mano. Nighthawks del «Panther in the Dollhouse» sigue siendo un blip solitario en el 2017 en mitad del descenso. En aquellos tiempos eran pop-rockers pateando la calle y hablando de prostitución, con canciones superproducidas con buen gusto (Boys Like You) lejos de sus orígenes en el Indie Folk sabor a open range. Raro, teniendo en cuenta que en directo se apañan los dos loopeando baterías y ruidos en los micrófonos como nuestro Lonely Joe, pero más a lo grande.
¿Es que nunca se sienten a gusto en ningún sitio?
En cualquier caso, el country siempre estuvo ahí, incluso aunque lo enterraran bajo rock, o pop, o monsergas. Americana de guitarras y melodías, de llorar porque sabes que te entienden, de reírte de ti mismo pidiendo compasión. En «I’m Not Crying…» se plantan en territorio ‘old-time-music’ con baladas country y toques bluegrass mezclados con el indie folk que les vio nacer y toneladas de steel-guitar por si alguien se siente perdido: parecen más cómodos que nunca.
Es imposible olvidarse de que son Canadienses, quizás sea eso lo que hace que no terminen de encajar en un mundo musical lleno de casilleros americanos; en Division 5 cuentan la triste (ridícula) historia de un corazón roto que trata de que la policía montada le devuelva a su chica. En Bet the Farm Melissa parece poseída por una Dolly Parton que sabe lo que quiere cantando desde los ochenta, pero en I Might Get Over This (But I Won’t Stop Loving You) escuchamos a su marido, Luke, dispuesto a superar la pérdida de su amada buceando en tantas botellas como hagan falta.
Me temo que para ellos sólo sea una piedra de paso y que rebotarán en otra dirección, pero rezo por que se sientan tan cómodos que decidan quedarse unos años en sad-sack-country-land. Hasta en la portada se nota el cambio. Tras probar el look místico, urbano, indie, quema-retinas, pijo y psicodélico… ahora prueban a mostrarse como ratas de honky-town setentero.
Quizás algún día se muestren tan sinceros como suenan.


